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Esperar y confiar

 

Nadie coge un tren, un autobús, un avión… porque le guste el logotipo o el color del mismo. Sino porque confía mucho en alcanzar un objetivo que desea y se entrega a quien se encargará de lograrlo. Nadie entra en un quirófano sin confiar en los profesionales y en el éxito de la intervención para lograr una situación mejor de la que se encuentra. Nadie pone agua en una cazuela al fuego sin confiar que, pasado un tiempo, se calentará. Y es que, esperar es confiar. Confiar mucho.

Laín Entralgo la estudió desde el punto de vista antropológico y exploró sus características. Una de ellas es, precisamente la confianza, esa que se tiene en cualquier “sala de espera” que estaría vacía si no hubiera esperanza en algo y en alguien.

Confiar es descansar sobre alguien más grande y más fuerte que uno en el ámbito en el que se espera algo. Alguien que nos ayude a permanecer firmes en medio de la incertidumbre y el anhelo. La mayoría de las buenas relaciones se basan en la confianza y el respeto mutuos.

La esperanza para nuestro mundo es, según Ernest Bloch, el filósofo marxista, virgen, apenas explorado. Y solo el que se atreve subjetivamente con la máxima confianza y lucha con el valor de la desesperación tiene probabilidades de ganar algo incluso objetivamente, es decir, de posibilitar el mañana desconocido.

El counselling tiene el desafío de profundizar sobre cómo se transmite la esperanza, cómo se sostiene y se alimenta, para acompañar a las personas que viven desesperadas o próximas a la desesperanza.

 

José Carlos Bermejo