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¿Qué comunicación consumimos?

Año publicación: 2007

No hace tanto tiempo que salió publicado un libro con un título interesante: “Por qué temo decirte quién soy?” y que me consta que ha alcanzado varias ediciones. En él, John Powel presenta diferentes niveles de comunicación interpersonal. Me pregunto hoy si no padecemos también en las relaciones interpersonales y en las relaciones de ayuda, un consumismo enfermizo que no necesariamente responde a las mejores condiciones de salud relacional.

El autor del libro se refería a cinco niveles de comunicación. Como toda clasificación, también ésta es limitada, pero se convierte para mí, hoy, en interpelación sobre la calidad de las relaciones que podemos consumir.

Los niveles de comunicación

Powel se refiere a los diferentes niveles bautizándolos. Así, al quinto nivel lo llama “conversación tópica”. Representa el más débil y el más bajo. En realidad no se da verdadera comunicación. En este nivel hablamos con frases hechas, tales como: “¿Cómo estás?”, “¿Y la familia?”, “¿Ha venido el médico?”, “Espero que volvamos a vernos”, “Todo irá bien”, “Con el tiempo…” Es un nivel superficial, en el que se utilizan frases convencionales que suelen estar vacías de contenido personalizado. En realidad no se comparte nada personal, se sigue estando solo en la aparente comunicación. Se charla sin hablar, se oye sin escuchar, no se rompe el silencio sino que se rellena con ruidos, con fonemas.

Al cuarto nivel lo llama “hablar de otros”. En este nivel no nos aventuramos demasiado lejos de la prisión de nuestro aislamiento para adentrarnos en la verdadera comunicación, porque no revelamos casi nada de nosotros mismos. Utilizamos expresiones como: “El médico ha dicho que…”, “Ha venido fulano y resulta que…”, “Los anestesistas son muy buenos y el equipo está estudiando el caso”, etc. En este nivel no hacemos ningún comentario personal, autorrevelador sobre tales hechos, sino que sólo los referimos. El grado de agudeza empática es mínimo porque nos mantenemos en el nivel de los datos y de las personas del entorno.

El tercer nivel recibe el nombre de “mis ideas y opiniones, tus ideas y opiniones”. En este nivel, comunicamos algo de nosotros mismos. Estamos dispuestos a dar este paso asumiendo el riesgo de comunicar opiniones y decisiones. Sin embargo, hay una censura en lo que se refiere al mundo de los sentimientos. Estamos atentos al efecto que lo que comunicamos tiene sobre el otro (feed-back) para continuar con nuestra comunicación acomodando las ideas, opiniones y decisiones a las reacciones del otro, asegurándonos de que seremos aceptados. En este nivel está presente la persona, pero escondida detrás de la máscara para no comprometer la propia vulnerabilidad y la dimensión afectiva, emotiva, el mundo de los valores…

Camino de las relaciones auténticas

Al segundo nivel, en el camino de profundización de la comunicación, Powel lo llama “Mis sentimientos, tus sentimientos. Comunicación “gut level”).  No falta quien cree que, una vez que ha revelado las propias ideas, opiniones y decisiones, ya ha compartido todo. Pero lo cierto es que las cosas que más claramente nos diferencian de los demás, que hacen que la comunicación sea objeto de un conocimiento realmente único, son los sentimientos o emociones. Para comunicar con autenticidad hay que comunicar con las entrañas, además de con la cabeza. Nadie vive por nosotros la frustración, los miedos, las pasiones. Algunas personas tienen la sensación de que hablar de los sentimientos no es soportable y que el ayudado (en las relaciones de ayuda) se sentirá peor si se afrontan las cuestiones a nivel emotivo, si se captan sus sentimientos y se reflejan, si se comparten las impotencias, frustraciones, deseos. No falta quien arguye que el que está en crisis necesita ser aliviado y por lo tanto, no pensar en lo mal que se lo está pasando, para así sentirse aliviado. Esto lleva a producir soledades emotivas, a veces marginación emotiva, en lugar de espacios de drenaje emocional y de buen gobierno de los sentimientos.

A veces, el descubrimiento de que el partner relacional no está dispuesto a mantenerse en el nivel de los sentimientos, a acogerlos y relacionarse dándoles espacio, lleva a que el ayudado se sienta incomprendido y a que el ayudante promueva una especie de asepsia emotiva que se reflejaría en un electroemotivograma plano si la situación fuera registrada por un aparato adecuado.

En ocasiones, el ayudado descubre la incapacidad del ayudante de mantenerse en este nivel de comunicación y hace una especie de retirada que puede alcanzar cotas de muerte social o relacional previa a la muerte real o de suicidio relacional decidiendo no compartir lo que necesita compartir porque no percibe la disposición a acoger la experiencia en sentido global, incluyendo el aspecto emocional.

Pongamos un ejemplo: la relación con un paciente “pienso que conoce el diagnóstico fatal” y puede que no reconozca en mí los sentimientos que me puede producir: experimento miedo a la relación, me siento incómodo en su compañía, me siento frustrado en el ejercicio de mi propia profesión, me siento inseguro en la relación, tengo deseos de ayudar y dar lo mejor para que aproveche al máximo, siento ternura, me siento culpable de no hacer más por él… Y puede que quizás tampoco perciba sentimientos que pueden habitar su persona: siente tristeza al elaborar el dolor, se cansa de luchar, siente miedo a sufrir o a estar solo o miedos asociados a la muerte física o rabia por lo que no ha podido concluir o resentimiento por lo que repasa de su vida…

Pues bien, algunas reglas para la comunicación “gut-level”, para que la comunicación no sea resultado de un consumismo de fonemas vacíos y sin producir verdadero encuentro entre las personas, serían las siguientes:

  • – Creer en la comunicación.
  • – Autenticidad y sinceridad. Escasa racionalización.
  • – Confianza en el otro.
  • – Ausencia de juicio moralizante.
  • – Claridad: preguntar cuando no se entiende.
  • – Liberación de los sentimientos de las connotaciones morales.
  • – Manejo saludable de los propios sentimientos.
  • – Acogida de los sentimientos del otro, no huida.
  • – Asertividad empática.

La comunicación “gut-level” hace de la relación interpersonal un verdadero encuentro entre personas. Se convierte en terapia. Permite vivir en la autenticidad. Evita energía invertida en huidas o uso de máscaras. Libera tensiones. Hace estar por encima de los hechos o ser uno mismo, aún en medio de las dificultades. Ayuda a crecer. Permite ser persona. Humaniza.

Existe para Powel, que nos guía esta vez en esta reflexión, un primer nivel de comunicación, un tipo de comunicación propia de la amistad profunda y auténtica, especialmente de quienes mantienen un vínculo sólido de pareja. No puede ser una experiencia permanente, pero allí donde hay amistad íntima o pareja sólida, ha de darse de vez en cuando una comunión emocional y personal total y absoluta que pasa no por la comunicación de los sentimientos, sino por la donación de toda la persona.

Consumimos comunicación

No creo ser un extraterrestre o vivir en entornos raros de convivencia, trabajo y comunicación, sino uno más del común de los mortales. Y aún así, con tanta tecnología potencialmente favorecedora de la comunicación, no me resisto a pensar que efectivamente somos consumidores de comunicación, de fonemas, de temas superficiales, irrelevantes, poco comprometedores.

Lo somos, a mi juicio, en excesivos entornos. Sigo percibiendo temas que son calificados “de mal gusto”, sobredosis de conversaciones repetitivas que no conducen a nada, frases hechas, tan hechas que ya están pasadas para cualquier relación que merezca el nombre de “diálogo” o “conversación”. Tanto más cuando entre los interlocutores uno sufre por algún motivo y otro pretende ayudarle.

Mentiras, palabras huecas, bulos, palabras hirientes, silencios matadores, y otras formas enfermizas de comunicación, han existido siempre. Quizás hoy se añadan otros riesgos: presumir de número de enlaces en el Messenger, telefonía de última generación, imágenes y frases ya prefabricadas para enviarse mensajes por e-mail sin saber que consumimos… Puede que asistamos a un exceso de consumo de comunicación de esos bajos niveles que no ayudan a crecer como personas ni a generar verdadera comunión, particularmente en la fragilidad.