Por Carlos Meza en la Revista Humanizar
Las relaciones personales y sociales atraviesan actualmente un momento complicado y cada vez son más frecuentes los casos en que se vuelve difícil y hasta irrespetuosa la comunicación. En ese contexto, el saber escuchar y ser escuchado se convierte en un valor fundamental, para recuperar el respeto entre las personas, no perderlo en situaciones de dificultad y, posteriormente, ayudar a resolver los problemas tanto propios como compartidos.
Hay dos perfiles que claramente que son los más visibles y encajan en este panorama. Por un lado están quienes se dejan arrastrar por el ritmo de vida actual marcado por una alta productividad laboral, el mayor apego a la tecnología que aísla a muchas personas, y por tanto la falta de tiempo para atender a personas fuera del entorno inmediato o incluso dejar como algo secundario la convivencia diaria con los propios familiares.
En tanto, de manera social se va conociendo cómo la pandemia de la Covid-19 ha agravado conflictos personales e interpersonales que ya existían, y en otros casos los ha generado. El duelo debido a fallecimientos de cercanos, los problemas económicos, el confinamiento y los cambios en la manera de relacionarse unos a otros es algo que vive también es un perfil específico de gente que en muchos casos vive estas situaciones, pero además tiene la necesidad de ser escuchado por un profesional.
Saber escuchar para tener relaciones más respetuosas
Ibán Hurtado, coordinador de escuchas del Centro de Escuchas San Camilo de Valencia-Centro Arrupe, considera que “la base de cualquier respeto es escuchar”, y una vez asumida la necesidad de escuchar para comprender a la persona con la que se dialoga es cuando se da el primer paso para generar un cambio.
“La pandemia genera ansiedad, hay mucha gente que necesita tener la razón, y allí se generan comunicaciones conflictivas, invasivas y poco respetuosas en muchos ámbitos”, reflexiona al tratar de explicar los momentos de discusión que se han vuelto habituales estos días en las relaciones interpersonales tanto en hogares como en espacios públicos.
En la dinámica cotidiana del Centro esta dimensión de la escucha no es la habitual, debido a que se realiza una atención personal, pero asegura que hay una mirada al ámbito social hay en el que confluyen la suma de muchas emociones, ideas y posiciones en donde el diálogo se convierte en un monólogo.
“Hay mucha irascibilidad, presión, y eso se va acumulando en lo social, se nota esa tensión, y se ve en la política, donde las posiciones de alejan y el enfrentamiento es mayor”, expone sobre un ejemplo claro de monólogos con poca disposición a convertirse en diálogos en los que sus protagonistas se escuchen.
Resalta que en este terreno hay una comunicación no violenta, que tome en cuenta las formas en que las personas se expresan, para ello se tiene que pensar primero qué es lo que se necesita comunicar, cómo hacerlo con asertividad y cómo eso ayuda a evitar que una persona haga daño al transmitir opiniones.
Para Ana García Orozco, del Servicio de Escucha de la Parroquia de Nuestra Señora Guadalupe de Madrid, reflexiona cómo se ha vuelto muy frecuente encontrarse con gente que solo quieren hablar de sí: “se quedan únicamente en el yo al expresarse y no escuchan, es algo que está en el ambiente”.
A esta situación contribuyen varios factores, por un lado que se trata de gente con una dinámica de vida marcada por la prisa, que piensa en el yo primero y ante todo sin darse tiempo para comprender a los demás, y todo ello marcado por una fuerte individualización. Hay también una idea en muchas personas que “creen que escuchar compromete, porque piensan que al escuchar un problema ajeno le tienen que dar respuesta”. Además, la actitud de no querer escuchar “está en las personas con actitud de queja constante, que creen que los demás están para escuchar sus quejas”.
“En un mundo rápido, de queja y estrés, en el que no se da tiempo a escuchar a los demás se acaba maltratando”, resume Ana García que también considera importante observar cómo eso se traslada a las generaciones más jóvenes y se crea en ellos un lenguaje más agresivo que facilita cada vez menos la escucha.
Las formas también nos pierden
La comunicación no verbal supera el 80% en la mayoría de las conversaciones, coinciden ambos profesionales de la escucha, que atribuyen a ello mucha de la problemática que se da en discusiones sin salida.
“Dos personas no discuten si una no quiere y ayuda mucho a que una de las dos relaje sus formas y su tono, aunque ello no siempre se entienda como un esfuerzo por solucionar las confrontaciones, porque la otra persona puede interpretar los silencios como una aceptación de sus alegatos”, sostiene Hurtado. Para él una herramienta de apoyo para tratar casos así son los principios del libro Los cuatro acuerdos. Un libro de sabiduría tolteca, del mexicano Miguel Ángel Ruiz (editorial Urano), que da líneas sobre cómo abordar situaciones ante la falta de acuerdos.
“Cierto que muchas veces una mirada habla más que una frase, pero lo cierto es que es la forma, el modo en el que nos expresamos donde más se puede dañar la comunicación, como cuando se grita o se hace en un tono inapropiado y el resultado a veces es que eso impide trasladar correctamente un mensaje”, argumenta García.
Equilibrio y resiliencia
La respuesta a esta problemática requiere también de una visión alentadora, de saber que hay esfuerzos que pueden mejorar mucho a las personas. “En la vida de las personas acontecen cosas que provocan cambios, entonces hay que confiar en la capacidad de adaptación, en la resiliencia propia del ser humano, entonces es creer en el ser humano. Los cambios generaciones no siempre se entienden, pero podría surgir un modelo nuevo de convivencia y comunicarse diferente al nuestro, espero que a los jóvenes permita buen entendimiento”, afirma García.
Para Hurtado, es importante salir a “la defensa del punto medio, del equilibrio, a buscar la manera para que en las divergencias se pueda encontrar el punto común, y allí además es importante promover la mediación” como figura que ayude a resolver esta problemática.
Autoescuchar es un primer paso para cambiar
Los servicios de escucha en los que participan Hurtado y García son el principal apoyo que tienen muchas personas para tratar sus problemas, y una parte importante es la voluntad de participar de estas dinámicas, abrirse y aceptarse y ser coherente. En la mayoría de los casos se trata de atención personalizada y desde que inició la pandemia se ha ampliado la escucha telefónica.
La Covid-19 no se considera la causa de muchos de los problemas que les narran las personas que acuden a ser escuchadas, pues en muchos casos existían problemas antes de la pandemia y con ésta se convierten en crisis familiares, de pareja, de convivencia con los hijos, dificultades económicas derivadas de todo ello.
“Al contar tu historia, cuando otra persona te escucha se desarrolla la posibilidad de escucharte, saber lo que te ocurre, entenderlo mejor y autoescuchar es un primer paso para cambiar”, narra Hurtado.
“Escuchar ha sido y es hoy muy importante, es terapéutico y se recurre poco a ello. Mucha gente acudiría más a este servicio si supiera lo reparador que es, lo mucho que favorece a sus procesos”, concluye García.