Es verdad que cuando hablamos de personas, de niños que tienen buena energía nos referimos a los que tienen unas características que los convierten en personas que transmiten “energía positiva”. Rasgos como la alegría, el buen humor, la expresión facial sonriente, el buscar lo bueno de lo que nos rodea, la capacidad de mostrar interés por los demás, la actitud empática, etc., son rasgos que generan un campo energético positivo que influye directamente en el bienestar de los demás.
Por el contrario, las personas catastrofistas, victimistas, que pierden el control, que gritan y no sonríen, que critican continuamente, que siempre ponen un “pero” a la bondad o el éxito de los demás y que de su boca solo salen quejas, son personas que generan un campo energético negativo que provoca malestar en los demás.
Dicen que incluso el pensamiento puede atraer energía positiva o lo contrario. Somos energía, tenemos energía, de tal manera que cuando alguien dice: “no tengo energía” podemos estar ante un caso de enfermedad, agotamiento o debilidad. Igualmente, cuando estamos ante un paisaje maravilloso, donde hay quietud, calma y serenidad, decimos “cuánta energía se recibe”. Cuando nos relacionamos con personas muy positivas que transmiten bienestar y que hablan desde la esperanza en el ser humano, se escucha: “me he cargado las pilas con esta persona”.
Pero la energía no solo se recibe, también de reparte, se da, por ello podemos decir que tenemos la capacidad para descargar nuestra energía al exterior de manera positiva o negativa y tomar conciencia de que mi descarga energética va a provocar bienestar o malestar en los demás. Esto es tan importante que no podemos olvidar que tenemos que enseñar a nuestros niños a canalizar su energía para conseguir la positividad.
¿Y dónde comienza a canalizarse la energía? En la familia. Se habla mucho del apego y vínculo como factor determinante de la seguridad o no en la vida de los niños. Es tan importante la forma de establecer el vínculo con las personas significativas para el niño, que de él depende el desarrollo armónico y positivo de los pequeños. Tan trascendental como que de aquí nacerá la dependencia o independencia, la evitación de las dificultades o el afrontamiento, la capacidad de ser asertivo o el ser agresivo, la positividad o la negatividad ante los conflictos, entre otras características que se agruparan en los polos positivos o en los negativos.
John Bowlby estudia las relaciones humanas y entiende que cuando se establecen lazos emocionales y vínculos afectivos podemos hablar del apego, que se desarrolla en la primera infancia con los padres o cuidadores. Sin embargo, no todos los apegos generan energía positiva.
Cuando los padres son cercanos, disponibles, dan seguridad al niño, protegen, (no sobreprotegen), ante un problema actúan y están alerta para favorecer el desarrollo y bienestar del niño, podemos hablar del apego seguro, que transmite positividad y el niño la recibe. En este caso se ha canalizado la energía positivamente.
Si las figuras de apego se muestran distantes, no muestran afecto ni amor, no dedican tiempo a estar con los niños ni juegan con ellos, hablamos del apego evitativo. Las carencias del campo energético impiden que haya una fluidez adecuada y se obstruye el hilo conductor por el que pueda fluir la energía positiva. Se están generando campos energéticos negativos con obstrucciones en el campo positivo.
Cuando los padres tienen un comportamiento ansioso, inestable, con frecuentes cambios de humor, con la ambivalencia que va de la permisividad al control rígido, se produce una inestabilidad emocional, que hace que el niño se deprima, rechace a los demás, llore y patalee y no entienda el porqué, lo que determina un transmisor energético inadecuado, confuso, inapropiado. En este caso la conducción de la energía tiene graves problemas y se provocarán continuos cortocircuitos, que encenderán la llama del negativismo, del miedo y de la inestabilidad.
“La energía de la mente es la esencia de la vida” dijo Benjamín Franklin. Revisemos nuestra energía, los contadores, los circuitos y los cables, para que el bienestar y la seguridad sea la esencia de la vida de nuestros niños.
Consuelo Santamaría, counsellor. Revista Humanizar