Me ha sorprendido para bien una entrevista a la filósofa y escritora Remedios Zafra, que defiende el hacer las cosas despacio, permitiéndonos intervalos para pensar. “Tendemos a pensar que no perder el tiempo supone llenar nuestra vida de cosas, y quizá esa sea la manera más eficaz de perderlo” asegura.
Qué importante es tener tiempo para pensar. No ir con prisas sino dedicando el tiempo que nos merecemos. Haciéndonos espacio a nosotros mismos. Solo si nos paramos a pensar nos escuchamos y, así, descubriremos deseos o necesidades reales, en muchas ocasiones ocultas.
Algo parecido me ocurrió con el counselling. Confieso que al principio mi relación con el anglicismo no fue buena, dada mi tendencia a castellanizar los términos. Sin embargo, me paré, pensé y decidí darle una oportunidad por cuanto nuevo aprendería. Bendita la hora.
Al matricularme en el Máster de Counselling del Centro de Humanización de la Salud San Camilo no era consciente del cambio que supondría en mi vida, pero ahora reconozco que fue un acierto por cuando bueno me ha traído. Primero, las personas tan especiales que he conocido siempre en actitud de servicio a los demás; segundo, la calidad humana y experiencia de los maestros, siempre generosos en el compartir conocimiento. Tercero, la incorporación de recursos vitales para ayudar los demás.
En este sentido me sorprendí prestando más atención a mi lenguaje, mi mirada hacia el otro, el perfeccionamiento de mi escucha activa, la capacidad empática, etc. Y es que, sin tiempo para “pararse a pensar” no podemos llegar a explorar, a autoconocernos y a actuar para cambiar lo que nos hace daño o aquello que está gritando salir al mundo.
Gracias al Counselling he aprendido a cómo entender mejor a mis hijos, mi pareja, mis padres, mis amigos y compañeros, cómo acercarme a un enfermo o a una persona que está sufriendo… sin intención de solucionar o dar un diagnóstico sino de tender una mano para que el otro encuentre su propio remedio o su genuina manera de enfrentarse y superar situaciones que ni imaginamos.
Entonces recuerdas a Machado y a su “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Es la senda del acompañamiento, de la relación de ayuda, donde siempre se aprende y se construyen mejores personas. O, al menos, en ello andamos.
Por ello, recomiendo estudiar Counselling. No solo por la inquietud de crecer sino para aprender a ayudar. Así, el estudio se convierte en una herramienta de generosidad. Y eso me gusta. Es lo que hace grande al counselling y a quienes lo practican.