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Qué tendrá la palabra ternura… la siento y no la pienso

Solamente la invitación a escribir sobre la ternura me llevó a parar unos segundos, reflexionar y darme cuenta que mi cuerpo se relajaba. Ese preciso momento me sedujo a explorar el impacto de esta, (para mí) “mágica emoción”, en las personas de mi entorno y elaborar una opinión, con sus respuestas y también sus silencios, porque esto refuerza la cualidad pura, poderosa, genuina y única de la ternura.

Respuestas como estas me llegaron: “es un momento”, “cuando lo sientes te reconforta”, “un niño mirando a su abuelo y en ese abuelo mirando a su niño”, “auténtico”, “un cachorro de patas grandes con su torpeza”, “uff, no lo quiero, me da miedo tocarlo”, ”condiciones perfectas y sentir que el mundo se detiene”, “calorcito por dentro”, “ya está mi hermana con sus tonterías”, “es escuchar a tu padre enfermo decir: lo que éramos, y lo que somos”… Interminables aportaciones como estas y silencios que comunican que es difícil explicar, e incluso me atrevo a  decir, que es imposible encontrar una palabra que la pueda enturbiar o magnificar.

Me pregunto si un bebé siente ternura al nacer, aunque intuyo que aprenderá a sentir la ternura a medida que establecen los vínculos con su madre, su padre… y sus muñecos cuando los cura, o sus hermanos menores, a veces en conflicto porque siente que están ocupando su lugar.  Me pregunto: ¿sentirán ternura los mellizos en el útero de su madre? Parece que la ciencia confirma que sí, yo estuve ahí y no me acuerdo… ¿y tú qué sientes?

Para mí, la ternura es un reflejo sutil que muestra la vulnerabilidad del alma, donde quizá tenemos guardada la capacidad de conectar con el otro para acompañarnos, trascender y, por lo tanto, sobrevivir. Una manera de repostar carburante en el depósito del alma y en la que la palabra se haga carne. Sin ella el Counselling no existiría, porque está en su ADN, pues expresa compasión ante el sufrimiento y la vulnerabilidad del otro.

Por Isaura Mañoso, counsellor y miembro de ACHE