Cada día que pasa me doy cuenta del valor que tienen los pequeños gestos, también en el ámbito del counselling y la dirección de residencias. En la mía vamos avanzando lenta y humildemente en el modelo de Atención Centrada en la Persona. El camino es largo y los cambios se están produciendo en los distintos niveles de la organización. Se reorganizan tareas, se eliminan sujeciones, se adaptan infraestructuras, se adquiere equipamiento adecuado y, ojalá en un futuro, el cambio alcance a la manera de relacionarnos.
Como director me adapto a esta realidad y me pregunto si también han cambiado mis tareas dentro de este nuevo modelo de atención o si sigo haciendo lo mismo que antes. Repensar como trabajo nunca está de más.
El contacto con personas mayores es una oportunidad única de “aprendizaje vital”, vivir situaciones de fragilidad y dependencia con personas que están en la última etapa de su vida cambia tu escala de valores y tu mirada, y es entonces, cuando eres capaz de ver lo que antes pasaba desapercibido. Analizando la información de sus historias y proyectos de vida, he descubierto el valor que tienen los pequeños gestos y esta es, para mí, una nueva y gratificante tarea que ha aportado el actual momento de cambio, encontrar aquello que estaba perdido.
Todos los profesionales que trabajamos en una residencia tenemos delante de nosotros, en cada turno y cada día, una infinita e inagotable “batería” de oportunidades para descubrir costumbres, hábitos, preferencias y valores significativos de los residentes en cualquiera sus dimensiones. Descubrirlo parece sencillo, pero no lo es… detrás de cada pequeño descubrimiento hay una intención de pararse, un ejercicio de escucha y una voluntad de reconocimiento hacia la identidad del otro. Tengo la impresión de que perdemos muchas oportunidades en nuestro trabajo diario para ser realmente buenos.
Está claro que no es fácil salirse del “eficacismo” en el que estamos inmersos o de lo que pretendidamente pensamos que es eficaz ya que, estos pequeños gestos, se mueven en el mundo de lo intangible, de lo difícilmente cuantificable, de lo espiritual y además traicionan la máxima de un sistema de atención viciado “¡lo que no está escrito, no existe!”.
¿Cómo se puede medir la mirada de una persona que conseguimos que vaya al cementerio para poner flores en la tumba de su marido? ¿Cómo se puede contar la sonrisa de volverse a pintar los labios cuando se ha dejado de hacerlo? ¿Cómo se puede apuntar la alegría por volver a ponerte ese collar que te habías dejado de poner? Los ejemplos, por sencillos, serían infinitos…
No se trata solo de avanzar en el nuevo modelo de atención, es andar por los caminos de la humanización y diferenciar, si se quiere, entre dos sentidos diferentes de la palabra “eficacia”.
Por José Sánchez Martín, máster en counsellin y duelo, coordinador de Lares para las residencias de Salamanca