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Counselling y dirección de residencias:  Un buen momento para la escucha

“Sin duda, esto está siendo para mi, una lección de vida”. Así finaliza el documento que una mujer -que desde ahora denominaremos (A)- me escribe  reflexionando sobre el ingreso de su madre en la residencia. Esta expresión, “lección de vida”, integra un significado de sufrimiento y aprendizaje, por eso, es una lección.

Hay veces, que entrar a vivir en una residencia, es una manera de encontrar apoyos para continuar con la vida adaptándonos a las diferentes pérdidas producidas por el paso del tiempo, pero hay otras ocasiones donde las distintas patologías de la persona hacen del ingreso una verdadera necesidad poniendo a la familia, “entre la espada y la pared”. Esta es la situación que (A) está viviendo.

¿Tenemos en cuenta, los profesionales, estos procesos por los que pasan las familias? La ruptura vital, el duelo por la relación perdida y asumir realidades nada fáciles de encajar, generan complicados estados de ansiedad. En estos momentos, acompañar a buscar el significado es la clave, pero independientemente del motivo del ingreso y del significado que le dé la familia, para nosotros, es una buena oportunidad para la escucha.

(A) se siente desbordada por la situación, por lo que le propongo que reflexione sobre su vivencia y recoja por escrito cómo la está afectando en sus distintas dimensiones. El texto siendo subjetivo, se puede hacer extensivo a muchos casos, ya que esta situación es más habitual de lo que pensamos…

Dimensión emocional: “Es la peor, no la puedes controlar y condiciona las demás” dice (A). Aparecen sentimientos de culpa, abandono, vergüenza, miedo, falta de control, incertidumbre, inseguridad, tristeza, angustia y finalmente también aparece tranquilidad y gratitud, por lo que la tormenta emocional está servida.

Dimensión social: “Influye y pesa en la conciencia”. (A) distingue dos ámbitos familiares, el  cercano y el resto de conocidos. Sorprendentemente el ámbito familiar cercano transmite mensajes de juicio e incomprensión y la familia menos cercana acompañamiento e interés real.

Dimensión física: Toda la ansiedad que supone la situación previa y la toma de decisiones afectan físicamente” aparecen nervios, dolores de cabeza, angustia y la terrible falta de sueño.

Dimensión cognitiva: “El tema de la cabeza y los pensamientos es demoledor”. Aparece la necesidad de confirmar la normalización de lo que está viviendo para poder seguir caminando.

Dimensión espiritual: Aparece el sentimiento de gratitud hacia los cuidadores, la valentía de pedir ayuda para continuar y la sensación de crecimiento y de “madurar” gracias a esta vivencia.

Llegados a este punto me puedo preguntar ¿Qué utilidad tiene esta información, para mí, como profesional de una residencia? La principal es que me sitúa en el mapa relacional en unas determinadas coordenadas, que me indicaran cómo debo relacionarme. Si no tengo en cuenta esto, ante las reiteradas demandas de información motivadas por la necesidad de saber cómo se encuentra el ser querido, puede que responda inapropiadamente y me comporte de una manera poco empática llegando a generar malestar y un sufrimiento innecesario.

En definitiva, la escucha da otra visión, otra perspectiva, me hace más comprensivo y prudente y es una forma de humanizar las relaciones.

Por José Sánchez Martín, máster en counsellin y duelo,  coordinador de Lares para las residencias de Salamanca