La Navidad es un tiempo especial y me quiero detener en las personas mayores que viven en una residencia.
El duelo y la pérdida siempre están presentes en los centros de manera más o menos evidente, pero en Navidad parece que se acentúa su intensidad, hay que elaborar un duelo por la vida pasada afrontando la pérdida de la salud, la autonomía, la casa, las relaciones sociales y otro duelo anticipado, relacionado con la consciencia de la realidad de la muerte futura más o menos próxima. El panorama no es muy navideño y si a eso añadimos la irreversibilidad de la situación que suele acompañar a una decisión de ingreso en un centro ya le ponemos la guinda al pastel.
El caso que me ocupa, es que en mi residencia han venido a vivir tres personas hace poco tiempo y estas son sus primeras Navidades con nosotros. Me pregunto ¿Cómo habrían vivido la Navidad en sus casas? ¿Qué les estará pasando por la cabeza en estos días? La verdad es que me preocupa…
Sin entrar en detalles que no tendrían fundamento la conclusión que saqué, después de preguntar a los tres residentes, es que los valores y la perspectiva que se tiene de la Navidad va cambiando con el paso del tiempo, de “celebraciones grandiosas porque tengo una gran familia” se pasa a “prefiero estar aquí tranquilo” del “si las últimas Navidades ya las pasé sola” al “estoy muy a gusto aquí con los compañeros” y del “hay mucho lío ahí fuera” al “aquí tengo el control de mis cosas”.
Porque esta es la otra cara de la moneda, ingresar en un centro conlleva pérdidas pero también beneficios. Quizás esa sea la clave, compensar beneficios y pérdidas y poder volver a recrear un proyecto de vida ilusionante donde la biografía continúe adaptada a esta nueva etapa de la vida.
La Navidad es bonita en una residencia, me emociono al ver como los trabajadores se vuelcan por hacer estos días más agradables a los residentes, preparando menús especiales, decorando el centro, haciendo un esfuerzo extra, mimando los pequeños detalles… aunque también me viene a la memoria el libro Cuento de Navidad de Charles Dickens con su “fantasma de las Navidades pasadas”, lo malo es que este fantasma, sobrevuela nuestras residencias, no para cambiar la forma de pensar, sino para regarlas con una nostalgia contra la que no debemos luchar, si no todo lo contrario, debemos situarla en un lugar privilegiado.
La lección que he aprendido en esta escucha es que, como profesionales, debemos primero escuchar y segundo estar en nuestro sitio, acompañando en el aquí y el ahora y no luchando contra la nostalgia ni intentando que la felicidad se instale por decreto en este tiempo de Navidad.
Ojalá a través de las historias y proyectos de vida pudiéramos encontrar la clave para dar esperanza y sentido para Navidades futuras siendo conscientes de que estamos aquí por un tiempo limitado y que deberíamos aprovecharlo. ¡Feliz Navidad!
Por José Sánchez Martín, máster en Counselling y Duelo, coordinador de Lares para las residencias de Salamanca