No humanizan, no ayudan, no son propias de los profesionales de la salud. Ni esas palabras ni la palabrería barata. Ni las actitudes que no muestran interés o reprenden. Más valdría callar. Más valdría un gesto cariñoso. Pero palabras, no, por favor.
Todos, todas, pasamos por el hospital, no solo como profesionales, sino como acompañantes o como personas enfermas que necesitan diagnósticos y tratamientos. Y, como tenemos el oído sensible, oímos palabras que no nos gustan. Tal vez son palabras que se clavan dentro porque también nosotras en alguna ocasión las hemos pronunciado.
“Se acaba mi turno”
Parecen palabras informativas, pero me suenan a “no me lo cuentes, que estoy cansado”. A lo mejor se pueden ahorrar, pensando en la energía, y intercambiarlas por un silencio acogedor, y después, ya veremos. ¿Cuántas veces yo misma digo, “voy con prisa”, cuando me encuentro a Manuel por la calle, que tarda tanto en expresarse?
“Los acompañantes tienen que salir”
Ni que seamos sanitarios ni que no. Para mí no debe haber distinción, desde luego. Hay que dejar a la persona que está enferma sola, “porque tiene que descansar”, y salir a una sala que está mirando hacia el wc, a mirar a la nada, mientras los enfermos descansan en los camastros de urgencias.
“Si se hubiera operado cuando se lo dijimos… ahora no se queje” (en tono regañón). ¿Será posible que acabemos de hacer unas Jornadas de Humanización , y esta médica de guardia hable en ese tono a las 3 de la mañana para hacer el ingreso de una mujer enferma, agotada y triste?
Hay palabras que humanizan, y gestos, también. De esas hablamos otro día, que aún queda camino.
Por Rosa Belda, Médica y Counsellor