En las clases de counselling nos enfrentamos a aplicar el counselling al ámbito sociosanitario, y nos damos cuenta de los malestares, de los sinsentidos en los que el sistema nos sumerge a todos (profesionales y ciudadanos).
Por eso, he propuesto, como trabajo del módulo, que soñemos juntas otro mundo posible, gracias al counselling. En las siguientes entradas comparto algunas de las transformaciones necesarias para avanzar en una sanidad y una sociedad más humana, más humanizada.
Los alumnos y alumnas, ya capacitados para lanzarse al ejercicio de counselling, se dan cuenta de cómo el counselling cambia la profesión y cambia la vida.
Covadonga Alonso, subraya cómo cada persona ha de ser contemplada como única e irrepetible, necesita ser escuchada y atendida, no solo diagnosticada. Igualmente, los profesionales no pueden sentirse colapsados. Ella refleja cómo las actitudes de la tríada rogeriana son esenciales para transformar un sistema, desde los pequeños detalles.
Rosa Belda, médica y counsellor.
“Puestos a soñar… me gustaría un sistema sociosanitario que no se olvide de lo que somos: personas únicas. Que no se mire solo la dolencia, sino a la persona que la vive. Que no nos clasifique por edad, por tiempo disponible o por diagnóstico. Que nos vea, nos escuche, nos toque el alma. Que entienda que detrás de un síntoma hay una historia, y que esa historia merece ser tratada con respeto, con escucha, con tiempo y con afecto.
Me gustaría un sistema donde los profesionales no pierdan su vocación en la burocracia, donde no se agoten en protocolos que no permiten mirar a los ojos ni tomar una mano. Que puedan atender sin sentirse desbordados, que cuenten con apoyo emocional para sostenerse y sostener. Que haya más espacios de acompañamiento y escucha, no solo más especialistas.
En esta mi visión del sistema, el counselling no lo veo tanto como una técnica, sino como una actitud profundamente transformadora que persigue un modo de acompañar en la presencia, empatía y autenticidad, que hace que una conversación clínica pueda convertirse en alivio para el paciente. Y esta actitud, tiene cabida en todos los rincones del sistema sociosanitario.
¿Cómo se concreta esta actitud cuando acompañamos? Yo creo que siendo conscientes de la importancia de cuatro gestos tan sencillos como poderosos mirar, sonreír, escuchar y cuidar al máximo el primer minuto de encuentro. Cuatro gestos que, bien vividos, cambian el tono de un encuentro, generan confianza, bajan las defensas y se abren a lo humano. Y no solo aplican a una consulta clínica, se pueden y se deben llevar a todos los espacios donde haya un vínculo entre personas.
Pero para que esto ocurra necesitamos reconocer también lo que a veces lo impide, el miedo, la incomodidad, la insatisfacción o incluso la prisa. Por eso el cambio no empieza solo por exigirlo en los demás, sino por mirarnos con honestidad. ¿Estoy presente de verdad cuando hablo con otro? ¿Me permito ver al otro en su humanidad, aunque piense distinto o me incomode su dolor? ¿Soy capaz de hacerme autocrítica o me protejo detrás del rol que ocupo?
Sueño y creo sinceramente que un sistema sociosanitario más humano es posible. Y que comienza en lo pequeño: en la actitud con la que entramos a una habitación, en el tono con el que decimos “buenos días”, en el valor de una escucha sin interrupciones, en la humildad de reconocer que no siempre tenemos respuestas, pero sí podemos acompañar.
Soñar con esto no es ingenuidad, es compromiso. Porque cuando la relación se cuida, el sistema entero se transforma.”
Covadonga Alonso Melgar, alumna del Máster en Counselling del Centro Humanizar – San Camilo y voluntaria en un centro de cuidados paliativos en Madrid.