El mundo sanitario está lleno de relación, de relaciones. Y de quejas… unos profesionales se quejan de otros, los profesionales de los pacientes, los pacientes de los profesionales. Todas estas quejas reflejan nuestra humanidad. Somos humanos, humanas. Los profesionales de la salud, y en concreto los médicos y enfermeros de familia, estamos ahí, en la puerta de entrada, en el primer escalón, con una tensión alta, sometidos al estrés de dar respuestas, orientar, derivar, distinguir lo urgente de lo que no lo es. Y atender adecuadamente, con empatía. Hemos de cuidar y cuidarnos unos a otros, y es el counselling una herramienta fundamental, de cuidado y de atención facilitadora. Esta experiencia, de una alumna de counselling, lo verifica:
Estábamos tomando un café a la espera de que mi madre saliera de una intervención. La mayoría de los que allí estaban eran médicos y dos de ellos conversaban sobre los médicos residentes y su falta de esfuerzo. Una médica de urgencias se quejaba de que el servicio de urgencias se colapsaba porque los usuarios lo utilizamos erróneamente. Y los que no éramos médicos tratábamos de explicar por qué acabamos en el servicio de urgencias. Parece que la asistencia primaria es la clave y parece que estamos castigando a nuestros médicos y médicas de familia. Por un lado, es una especialidad poco reconocida dentro del mundo médico y por otro, las condiciones son cada vez más agotadoras. El resultado: la atención primaria es el último lugar donde los médicos quieren acabar trabajando.
Esta conversación me ha hecho pensar en la importancia de cuidar a las personas. Los médicos tienen una tarea muy importante pero no son de otra pasta, también necesitan ser cuidados. El counselling (estoy pensando en la tríada rogeriana para empezar) puede ser una herramienta de humanización para vivir con más satisfacción el día a día de la profesión médica, como personas necesitadas que cuidan de la fragilidad de los demás siendo frágiles. Esta igualdad originaria daría a la relación médico-paciente un aroma nuevo.
A menudo en la consulta del médico me he sentido como una niña pequeña y digo a menudo porque no ha sido siempre así. Hay profesionales que desde el primer minuto cuentan contigo como parte de un equipo y en el proceso de atención te aportan lo que saben haciéndote sentir que tienes algo importante que aportar al proceso. Se esfuerzan por darse cuenta de que el que está al otro lado como paciente es alguien que puede, sabe y es capaz. Esta es la experiencia que sueño para la sanidad actual: una relación en la que podemos recibir psicoeducación en temas de salud (el médico sabe cosas que yo no sé) pero sobretodo orientación empática para tomar decisiones y acompañar procesos (porque soy yo el responsable último de mi historia). Médico y paciente haciendo equipo. Médico y paciente frágiles pero capaces de cuidar y cuidarse.
Necesitamos cambiar algunas ideas para ello. Los médicos pueden aprender no solo medicina sino además competencias blandas; a su vez, debemos procurar que el sistema reconozca y cuide la asistencia primaria para que los médicos de familia puedan desarrollar relaciones de ayuda de calidad.
Finalmente la conversación sobre la sanidad actual quedó inconclusa; le pregunté entonces a mi hermano (médico):
-“¿Quién os enseña a escuchar y acompañar a las personas que os llegan a consulta?”
– “Absolutamente nadie”, me dijo con total sinceridad.
Quizá el principio de una sanidad más humanizada es humanizar la formación de los médicos no como un elemento más sino como el corazón de su proceso formativo. Puestos a soñar, soñemos con humanizar.
Ana Carrasco. Alumna de Counselling, licenciada en psicología, profesora, esposa y madre