Conversamos con el presidente de ACHE, José Carlos Bermejo, al hilo de su última publicación Humanización y Counselling. Algunas cosas nuevas. Un trabajo en el que profundiza sobre ambos términos, el poder de la palabra, la necesidad de eliminar tópicos o la responsabilidad del counsellor. Fiel a su cita con los lectores acudirá este 5 de junio a la Feria del Libro de Madrid, donde firmará éste y otros ejemplares en la caseta 237 de la editorial Sal Terrae-Grupo de Comunicación Loyola- de 11:00 a 14:00 horas.
Después de años investigando el Counselling, ¿aún nos encontramos con novedades?
Sí. El mismo concepto de humanización merece ser profundizado y liberado de tópicos o superficialidades, aunque pueda ser polisémico y contar con diferentes ámbitos e implicaciones. Hemos hablado mucho de empoderamiento, de autonomía, de empatía. Estas palabras necesitan ser profundizadas, ser miradas desde diferentes ángulos, con acuerdos sobre sus significados y muchos matices. Y, la verdad, nunca había pensado tanto en la clave de la supervisión para aprender relación de ayuda, y en los métodos, los que ya usamos. También estos merecen ser documentados, explicados, fundamentados.
Afirma que la razón de este libro es que el Counselling es para humanizar. ¿Podría no serlo?
Este verbo nos está dando juego en términos éticos. Nos está desafiando para trabajar por el deber ser, por buscar el bien, la justicia, la compasión, en el mundo de la salud y de la asistencia sanitaria y social. Pero muchas personas piensan espontáneamente que lo que hay que humanizar es el trato, las competencias relacionales y emocionales, y estas se pueden adquirir por la vía de la capacitación en counselling.
Aborda el dilema de la directividad o no directividad del counselling ¿en qué quedamos?
Quedamos en que no podemos exagerar ni con uno ni con otro. Dar consejos no. Esto ya lo repetimos mucho. Pero abandonar en la relación terapéutica sin esfuerzo persuasivo, tampoco, sobre todo cuando las conductas del ayudado tienen repercusiones negativas sobre él mismo o sobre terceros. Es legítima la persuasión, no la manipulación ni la coacción.
Ahora que se emplea con asiduidad el término “empatía” ¿Somos realmente conocedores de lo que es? ¿Se puede volver en contra del counsellor?
Hay inflación con el término. Y polisemia. Algunos empiezan a matizar ahora: empatía racional, emocional, terapéutica… y así avanzamos y profundizamos. Sobredosis de empatía, fatiga de empatía. Creo que, efectivamente, conviene seguir esta investigación sobre la actitud, incluso sobre cómo adquirirla, entrenarla, limitarla. Una sobredosis de implicación (que no debería llamarse empatía), puede ser el caldo de cultivo del burn-out, evitable con una sana actitud empática, al menos en buena medida.
Hay un capítulo dedicado a la palabra y su poder sanador. ¿Debería implantarse en el ámbito médico una oratoria específica? ¿Qué hacer para no herir con las palabras?
Este ha sido un descubrimiento para mí en estos años: el poder de la palabra. Me doy cuenta de que hablamos mucho de la escucha activa y de su poder sanador. También sobre esto he escrito libros enteros. Pero al final, todos los profesionales de la ayuda recurren a la palabra como uno de los recursos. Y ¿cómo la usan? De esto hemos hablado menos. Por eso pretendo profundizar en este tema, también con otros trabajos futuros. La palabra tiene mucho poder, para bien y para mal. Su uso es educable: la retórica, la oratoria. No solo para hablar bonito y arrancar aplausos de las masas, sino para ser eficaz y ético en la ayuda –individual y grupal- así como para gobernar con ella, amar con ella, consolar con ella.
Acompañar en el sufrimiento tiene sus riesgos. ¿La supervisión es imprescindible para el sanador herido?
Todo ser humano tiene su sombra. El arquetipo junguiano del sanador herido es un gran recurso para pensar la humanización desde la compasión que nace también de la experiencia de la propia herida del terapeuta. Pero si no hay supervisión, la herida del terapeuta puede ser fuente de daño para el paciente. Por eso hay que realizar procesos de supervisión que permitan el desarrollo continuado de quien se dedica a ayudar a otros, la madurez, el manejo de los propios sentimientos, frustraciones, duelos, traumas. Nada humano nos es ajeno y en el modo como manejemos esta parte oscura, nos jugamos el modelo relacional y la autenticidad en las relaciones de ayuda.