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Counselling integrativo

Hoy preferimos hablar de integrar en lugar de holismo. De hecho, el counselling se sitúa dentro de las tendencias humanistas de la psicología llamadas de tercera generación. Se supera o se hace uso conveniente de aspectos del psicoanálisis, del conductismo, de tendencias más cognitivo-conductuales, gestálticas… sin pudor de juntar aspectos que añadan a la eficacia de la relación de ayuda. La denominación “tercera” fue acuñada por Hayes para agrupar perspectivas similares que surgieron casi simultáneamente en el campo de las terapias de conducta. Es “tercera”, en referencia a dos movimientos similares previos en los desarrollos terapéuticos conductuales que tuvieron lugar en el siglo XX.

El counselling o las psicoterapias integrativas son tendencias psicotera­péuticas recientes.

El término integrativo se refiere tanto a la síntesis completa de la teoría y los métodos de la psicoterapia en lo afectivo, lo conductual, lo cognitivo y lo fisiológico como al resultado de la psicoterapia: la integración o la asimilación en el interior del cliente de los aspectos de la personalidad fragmentados.

Sea como fuere, dos “integraciones” me parecen particularmente relevantes en el desarrollo de quien desea formarse o aplicar el counselling en el alivio del sufrimiento ajeno o en el acompañamiento en el sufrimiento inevitable.

Era Jung, discípulo de Freud, quien proponía para ser la mejor versión de uno mismo… esta clave de la integración. En su caso: integrar la propia sombra.

En la psicología de Carl Jung la sombra, fue definida como el lado oscuro de la personalidad. Está constituida por frustraciones, experiencias vergonzosas, dolorosas, temores, inseguridades, rencor, agresividad que se alojan en lo inconsciente del ser humano, formando un complejo, muchas veces, disociado de la consciencia. La sombra contiene lo negativo de nuestra personalidad que el individuo no siempre quiere conocer y mucho menos asumir como propias; por lo cual, negándola, se frena la manifestación de nuestra auténtica forma de ser y de sentir.

Acercarnos a la sombra, conocerla y aceptarla, simplificará el camino a su integración, única posibilidad del bienestar. El peor rostro de la sombra, aparece cuando la subestimamos, ninguneamos, negamos o expulsamos del consciente. El mismo Jung advierte que vivir consigo mismo requiere una serie de virtudes, entre las cuales están la humildad y la tolerancia que son, pues, aplicables a uno consigo mismo y después a los demás. La solución es siempre la integración. La lucha contra el propio espejo (la sombra) siempre refuerza a esta y hace perder.

José Carlos Bermejo